Todos los extraordinarios logros que hemos conseguido los humanos, han sido
gracias a las relaciones.
Relacionándonos, nos hemos organizado de tal forma, que hemos sido capaces
de llegar a la luna, crear ordenadores, fabricar a gran escala, tener agua
corriente, etcétera… todos los avances tecnológicos, que nos permiten vivir
mucho mejor.
De hecho, se hace muy difícil de imaginar un mundo sin relaciones. Todos
los animales del planeta se relacionan, de una forma u otra, pero a nosotros
las relaciones nos resultan especialmente provechosas, ya que utilizamos el
lenguaje, que nos permite transmitir información a gran velocidad. Este
lenguaje combinado con las tecnologías (teléfono, ordenadores, redes sociales, etc.)
están creando un presente y una continua transformación social a una velocidad
exponencial, sin precedentes en la historia del planeta.
A esta velocidad, no somos capaces de maginar la transformación de la
sociedad en unos pocos años, como ocurría en los tiempos de Julio Verne, o Star
Treck.
Solos, no conseguiríamos apenas encender fuego, hacernos ropas y
protegernos de parásitos y enfermedades, por lo que podemos dudar de nuestra
capacidad de supervivencia si no nos relacionamos.
Vemos pues, que las relaciones forman parte de nuestra manera de Ser.
Encontramos muchos tipos de relaciones. De hecho, con la tecnología de la
comunicación se han multiplicado. Hay tantos tipos y son tan nuevas que no
hemos tenido tiempo de analizarlo. Nos
relacionamos al hacer un pedido por internet rellenando un formulario, perteneciendo
a un grupo de amigos de una red social, enviando un email privado o masivo o
entrando en una web.
Pero las relaciones, virtuales o no, me afectan a mí. Al ser que soy
siempre, momento a momento, a esa actitud que soy siempre.
¿Quién soy en esas relaciones? ¿Tengo las que quiero? ¿Con quién quiero?
¿Cómo me comporto con ellas? ¿Y dentro de ellas? ¿Tengo alguna dificultad en
particular? ¿Qué tipo de relación me satisface mas y por qué? ¿Qué emociones me
generan?
Haciendo estas preguntas, podemos entender el inmenso centro de aprendizaje
y transformación que nos ofrecen. Podemos incluso cuestionarnos si es posible
aprender, transformarse y evolucionar sin ellas. El silencio y la soledad, -es
decir, la no relación-, es un camino tradicionalmente utilizado para la
transformación del ser.
Ambos paradigmas: relación & no relación, crean una
dualidad muy interesante de observar desde la perspectiva tántrica.
Es en las relaciones donde surgen la mayoría de conflictos, que nos
permiten aprender, y también es en ellas donde encontramos las mayores
satisfacciones, al permitirnos proyectar y compartir nuestros estados.
Clasificamos las relaciones de diferentes maneras: De amistad, de trabajo,
comerciales, familiares, de pareja, etc.
Al hacer estas clasificaciones, establecemos en ellas una serie de
prejuicios sociales y personales, creando alteraciones que repercuten en la
relación directa.
También, al perdurar en el tiempo, suelen dar lugar a apegos afectivos, y
experimentamos miedo a perderlas.
Paralelamente, al estar en la dualidad de bueno o malo, y en la mayoría de
casos a nivel inconsciente, tendemos al rechazo de las personas con quien no
hemos establecido una relación, o con quien teniéndola, hemos experimentado
alguna diferencia. Consideramos a las personas “buenas o malas”, siendo
esclavos de esta dualidad.
El tantra propone no estar en el paradigma de bien y mal. Y así tratar a
todos los seres con el mismo respeto y amor, independientemente del tipo de
relación que establezcamos, ya sea más o frecuente, con más o menos compromisos
o con diferentes intereses envueltos: amistad, laboral, familiar, etc.
El estado de amor es nuestro estado natural. Accederemos a este estado
permanentemente si dejamos de discriminar con el criterio de bien y mal y tener
que juzgar permanente a todo el mundo. Otra cosa es la libertad de elección. La
libertad de elección es el contexto en el cual aplicamos los principios del
tantra. Somos libres de elegir nuestras relaciones y compromisos.
RELACIONES DE
PAREJA
Cuando hablamos de relaciones en general, suponemos que acontecen en un
contexto de libertad de elección de cada persona, y de respeto por esa elección
por parte de las demás. Sin embargo, en las relaciones de pareja, la libertad
se sustituye por una serie de compromisos que adquirimos de forma automática,
ya que forman parte de la cultura de la sociedad.
Nos adentramos en un tipo de relación muy peculiar, ya que está
directamente relacionada con la reproducción y también con la forma de vida. Y
es evidente que nos hemos reproducido siempre. También desde hace milenios,
hemos vivido en núcleos familiares en los cuales la pareja ha tenido un papel
muy importante.
Hemos llegado a formalizar la relación, creando lo que llamamos
“institución del matrimonio”, para darle más valor, y estableciendo unas reglas
de comportamiento para ambos, interviniendo las instituciones del estado y la
ley. Así, en caso de incumplimiento, se establecen sentencias a acatar. En
algunas culturas, incluso en la actualidad, se impone la pena de muerte en
casos de relaciones sexuales con otras personas.
El matrimonio sigue existiendo en todos los países del mundo. En general,
en la cultura occidental, las leyes que rigen la institución del matrimonio y
de la pareja han ido evolucionando hacia la libertad e igualdad del individuo,
aunque queden restos de un pasado de desigualdades, especialmente crueles para
la mujer.
Por todos los precedentes biológicos, históricos y culturales, sin duda es
difícil estar en una posición de imparcialidad ante esta particular forma de
relación.
Sin incluir la relación de ser padres, que añade un ingrediente importante
a la relación de pareja, y sin añadir la relación de compartir vivienda, que
condicionaría cualquier relación, lo que caracteriza a la relación de pareja
es, básicamente, en la mayoría de personas, el compromiso de no mantener
relaciones sexuales con otras personas.
Existen otros factores que también la
determinan, como es compartir una gran parte de las actividades en el tiempo
libre, pero encontraríamos grandes diferencias en cuanto a estas y otras costumbres.
Hemos construido historias maravillosas, en cuentos, teatro y cine. Hemos
creado el romanticismo, idealizado la
fidelidad (el compromiso de no tener relaciones sexuales con nadie más). Esta
idealización suele terminar en boda, es decir, el inicio de una relación de por vida. A
partir de este momento, termina el romanticismo, dando, en muchos casos, un
resultado opuesto al que cabria esperar.
Enaltecer, ser parcial, estar a favor de un futuro determinado por
prejuicios sociales, puede, previsiblemente, llevarnos a lo opuesto.
Al mismo tiempo, hemos elaborado la creencia que “obtenemos el amor”
mediante una relación de pareja. Como en tantos otros casos, ponemos una
posible consecuencia por delante de lo que somos: Si somos personas entregadas,
amorosas o apasionadas, es probable que la relación de pareja ocurra. Del mismo
modo, si somos personas trabajadoras, responsables y comprometidas, es probable
que encontremos trabajo.
Pero en nuestra sociedad está ocurriendo al revés. Buscamos una relación de
pareja para sentirnos amados. Buscamos un trabajo para sentirnos responsables.
Invertimos los términos, como consecuencia de una creencia social, promovida
por la misma sociedad.
Sin embargo, la libertad de la que disfrutamos actualmente en la sociedad, está
permitiendo que nos demos cuenta que la paz, el amor y cualquier otro atributo
del ser, es decir, lo que nos hace o no felices, se encuentra en nosotros
mismos, pudiéndolo proyectarlo a quien elijamos.
Parece razonable pensar, si queremos mantener el mismo principio de
libertad, que las relaciones de pareja debieran sustentarse en el mismo
principio, en lugar de ser una excepción, y así, en su caso, llegar a la
fidelidad en absoluta libertad.
Pero el miedo, en lugar de la libertad, sustenta la relación, y es amparado
por la creencia social, creando este círculo vicioso.
El tantra no está en contra ni a favor de ninguna creencia ni práctica
social. Tampoco está en contra del miedo. Esta imparcialidad facilita la toma
de consciencia de estos fenómenos, para entonces elegir con claridad y absoluta
libertad.
Una relación de pareja aplicando los principios del tantra puede ser algo
extraordinario. De hecho ocurre a menudo cuando la pareja se conoce, antes de
perder la libertad. Vive un periodo de libertad en el que es posible la
experiencia del amor, la pasión, la complicidad, etc. Se quiere poseer esta
experiencia, que ha sido vivida con esa persona, y por tanto, se quiere poseer
a la persona.
Y no hay nada malo en querer poseer a la persona, como no hay nada malo en
reconocer el miedo a perderla. Desde una perspectiva tántrica, no se trata de
bien y mal, sino de tomar consciencia de lo que ocurre. Entonces, podremos
intervenir de la forma que queramos, de acuerdo a nuestros principios.
Quizás reconociendo el miedo logremos más complicidad y amor, quizás
logremos lo contrario, y la relación termine. En todo caso, habremos vividos
una experiencia extraordinaria y aprendido mucho de nosotros mismos y gracias
al otro. Ahora estaremos preparados para la siguiente experiencia y lección.
Om Namah Shivay
Jordi Oller
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